Por fin, ha llegado el momento. El enaltecimiento de la figura del dictador debe acabar, y la restauración de la memoria histórica y el entierro digno de los miles de asesinados y asesinadas en la dictadura, debe ser una realidad.

Poco a poco, se han ido desmintiendo todas las mentiras y excusas que se han puesto para impedir la exhumación del dictador. El Tribunal Supremo ha hecho justicia y, aplicando la sensatez, ha evitado las trabas legales que se intentaron utilizar de manera torticera. La sentencia del Alto Tribunal deja clara una cosa, la exhumación ni tenia dificultad ni suponía un peligro para la vida de nadie. La sentencia y la exhumación no han sido otra cosa que un motivo de alegría de todas aquellas personas que han sufrido, directamente o a través sus familiares, la horrible crudeza del franquismo.

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